billy collins. te pregunto

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Te pregunto
¿En qué escena quisieras estar
que no sea esta,
una noche cualquiera sentado a la mesa,
el empapelado con flores cayéndose encima,
gabinetes blancos repletos de vidrio,
el teléfono en silencio,
sosteniendo una lapicera en la mano?
Me da tiempo para pensar
en todo lo que pasa afuera-
hojas acumulándose en los rincones,
el liquen enverdeciendo las altas piedras grises,
mientras el mundo navega sobre las dunas,
enorme, oceánico, historia burbujeando en su estela.

Pero más allá de esta mesa
no hay nada que precise,
ni siquiera un oficio que me permita remar al trabajo,
ni un Aston Martin DB4 color café
con agrietados asientos de cuero verde.

No, todo está acá,
los nítidos óvalos de un vaso de agua,
un pequeño cajón de naranjas, un libro sobre Stalin,
por no hablar del extraño pez
enmarcado en la pared,
y el modo en que estas tres velas-
cada una de distinta altura-
cantan en perfecta armonía.
Discúlpenme
si inclino mi cabeza ahora y escucho
el bajo de la vela más corta hacer su solo
mientras mi corazón
repica debajo de la camisa-
rana al borde del estanque-
y mis pensamientos vuelan a una provincia
hecha de un cielo enorme
y casi un millón de ramas vacías.
Billy Collins, Nueva York, 1941
Versión ©Silvia Camerotto
I Ask You
What scene would I want to be enveloped in
more than this one,
an ordinary night at the kitchen table,
floral wallpaper pressing in,
white cabinets full of glass,
the telephone silent,
a pen tilted back in my hand?

It gives me time to think
about all that is going on outside-
leaves gathering in corners,
lichen greening the high grey rocks,
while over the dunes the world sails on,
huge, ocean-going, history bubbling in its wake.


But beyond this table
there is nothing that I need,
not even a job that would allow me to row to work,
or a coffee-colored Aston Martin DB4
with cracked green leather seats.

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–>


No, it’s all here,
the clear ovals of a glass of water,
a small crate of oranges, a book on Stalin,
not to mention the odd snarling fish
in a frame on the wall,
and the way these three candles-
each a different height-
are singing in perfect harmony.

So forgive me
if I lower my head now and listen
to the short bass candle as he takes a solo
while my heart
thrums under my shirt-
frog at the edge of a pond-
and my thoughts fly off to a province
made of one enormous sky
and about a million empty branches. 

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wislawa szymborska. encuentro inesperado

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Encuentro inesperado
Somos sumamente corteses el uno con el otro,
decimos: qué agradable encontrarnos después de tantos años.
Nuestros tigres beben leche,
nuestros halcones van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan frente a jaulas abiertas.
Nuestras víboras se quedaron sin relámpagos,
los monos sin inspiración, y los pavos reales sin plumas.
Los murciélagos renunciaron a nuestros cabellos tiempo ha.
Sucumbimos al silencio sin acabar la frase,
 sonreímos, sin recursos.
Nuestros humanos
no saben qué decirse.
Wislawa Szymborska, Kórnik, 1923- Cracovia, 2012
De Sal, 1962
En Paisaje con grano de arena, Lumen, Barcelona, 1997
Traducción de Jerzy Skvomirsky y Ana María Moix

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alberto girri. lo incompatible

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Lo incompatible

                   Tan detrás,
como tras un telón,


                    el de ti mismo,
observando mientras haces
de la vida remedos,
                    superfluos y mal
ordenados cambias, disfrazar voces,
desfigurar tu vista,


                  el de ti mismo,
como un lugar, borde de ti,
para cuando es
noche cerrada,

                          en la luz de candil,
amarillenta, amarilla luz de lémures,
y oírlo resonar:
                 «Te tocó, igual que a todos,
sentirte separado de lo que eres,
vivir inconexo»:


                           ese yo,
no indulgente, tampoco censor,
tampoco dispuesto a arroparte
cuando el candil agotose,
                          y del que queda
sólo la palabra: Yo,
y tu conformidad, paria
aguardando hasta que los elementos
de su cuerpo se disocien,
                         y no más alucinaciones,
no más lo incompatible.


Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Monodias, 1985
en En selva de inquietudes, Antología poética, Editorial Pre-Textos, Colección Cruz del Sur, Valencia, 2010

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adrienne rich. dos: movimiento

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Dos: movimiento

Viejo camino retorcido que se curva hacia la luz del océano
Hablando de ángulos de visión     movimientos     un tulipán
        negro o rojo abriéndose
Tiempos de caminar por las calles     pensando
no en Me he unido a un movimiento sino en  Estoy entrando
        en esta profunda corriente
Parte de mi vida disuelta tras de mí      un terror con el cual no
        no podía nadar
parte de mi vida esperándome     una parte para la que no tenía
        palabras
Necesito vivir por entero cada día     tenerlos y conocerlos a todos
aunque desde aquí puedo ver dónde estaré al final.

                             *     *     *

¿Cuándo una vida se inclina hacia la libertad? ¿toma su dirección?
¿Cómo sabes que no estás dando rodeos en pálidos sueños,
         nostalgia, estancamiento,
sino entrando en esa profunda corriente     malaquita, colorado
exigiendo toda tu fuerza dondequiera la encuentres
tu paciencia y tu trabajo
el deseo enfrentado a la inversión del deseo
toda la fortaleza de tu mente?
Quizás a través de un maestro:     alguien con hechos con
          números con poesía
que escribió en la pizarra:     EN CADA GENERACIÓN LA
         ACCIÓN LIBERA NUESTROS SUEÑOS.
Quizás un estudiante:     una mente desplegada como una
         peonía rojinegra
capullo trunco, apagado en por cientos, desertor
-Tus diarios Patricia:      tus poemas Douglas:      pero los golpes
         repetidos
en espinazos cuya esperanza eras tú, en el tuyo:
ver esa extinción y decidir.
-Y ahora ella vuelve el rostro radiante hacia la nueva mañana
          en la nueva aula
nueva en su belleza su piel sus pestañas su vivaz cuerpo:
La raza, la clase… todo eso… ¿acaso no es sólo historia?
¿No se aburre la gente con todo eso?

Ella podría ser

yo misma a los diecinueve años     pero libre de reverencia
         hacia ideas pasadas
ignorante de las esperanzas que se acumulan sobre ella      Es
         una sirena
momentáneamente precipitada de una solución
que podría detener su corazón      Ella podría nadar o hundirse
como un hermoso cristal.


Adrienne Rich, Baltimore, 1929- Santa Cruz, 2012
de Inscripciones
en Oscuros Campos de la República, Poemas 1991-1995, Editorial Norma, Barcelona, 1999
Traducción de Jorge Yglesias

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silvina ocampo. castigo

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Castigo

Transformará Minerva tus cabellos
en serpientes y un día al contemplarte
como en un templo oscuro, con destellos,
seré de piedra, para amarte.

Silvina Ocampo, Buenos Aires, 1903-1993
en Poesía Completa I, «Poemas de un amor desesperado», 1949, Emecé, Buenos Aires, 2002
imagen de Antonis Stephanou

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constantino kavafis. esperando a los bárbaros

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Esperando a los bárbaros
-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo su corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

-¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros y
les fastidian la elocuencia y los discursos.

-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

Constantino P. Kavafis, Alejandría, 1863-1933
Traducción de José María Álvarez

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jorge aulicino. un revolucionario ruso…

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Un revolucionario ruso exiliado en Estambul medita
sobre el inminente futuro
A Pedro Ignacio Vicuña
De ningún modo creo que de los Escila caeremos en un Caribdis, mas,
si no el caos, ¿qué otra cosa puede reemplazar esta
repetición de cosas? Mitos que nos forjan, cíclopes que se alzan
en forma de tiranos, revoluciones reducidas a cenizas…
Ah, pero lo que presiento acaso nos libere…
El preciso francotirador de Stalingrado, ciudad demolida a cañonazos,
cuyo nombre detesto, pero en la que se erige lo nuevo, el
fusil de la resistencia en alto.
En cuanto a mí… Acaso los sueños resuelvan
nuestro problema y nuestra angustia.
Nos liberaremos de las formas.
Y otro arte entreveo, de figuras superpuestas en un orden
aparente, enormes frisos sobre templos aztecas,
una creación, esto es, un caos de nacimiento,
como los confusos movimientos de una criatura recién parida.
Y desde allí, y desde allí… ¡nacerán de nuevo formas, universos!
¡Malditas, repetidas, incansables formas!
Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
 de Un poeta griego huye de Londres

Inédito
Imagen de Richard Bowen, Order and Chaos

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rosario castellanos. apelación al solitario

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Apelación al solitario

Es necesario, a veces, encontrar compañía.

Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.

¿Cómo podrás estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?


Rosario Castellanos, México, 1925- Tel Aviv, 1974

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biancamaria frabotta. la casa del estudiante

La casa del estudiante


Había apenas cerrado los ojos sobre el libro
-sentía aún su peso sobre el pecho-
en la leve brisa de la duermevela
se estremecían las hojitas del mirto
por el enjambre que subía de la tierra
pero él no le hacía caso. Demasiado
el pensamiento de la prueba inminente
lo embargaba y no temía otra cosa
su joven edad, que siente todo amigable.
Soñaba la patria artificial de la infancia.
Soñaba, con una piedra sobre el pecho,
la última palabra que había leído.


Con qué gentileza se asoma entre las vigas
la mano, blanca de polvo. Que alguno
me consuele. Con el brazo, con el agua,
con la luz, en su cuarto, por todas partes
buscando, hurgando, apartando las piedras.
Me verán finalmente en el vientre de la tierra.
Si miramos atentos, Haití está debajo de Haití,
cauto, para no quemar oxígeno.
De la luz del video, de su tedio,
nos deshilachamos hacia la laboriosa mañana,
en el escándalo del aire superfluo.



Un infierno nuclear sacude la estrella
que entibia nuestro pesebre.
La mitad del combustible se ha gastado.
Qué será de la Madonna de Pedro
ya próxima a parir, del dios
escondido en su vientre, a la izquierda
del que mira, más allá de las tiendas
alzadas con industriosa indiferencia, qué
será de los dos ángeles servidores.
Parecen todos tan jóvenes.
Custodios de una espera ya
sabiamente inatendible
cada uno testimonio de sí mismo.


Biancamaria Frabotta, Roma, 1946
De Por manos mortales, ‘II Los nuevos climas’ (Gog y Magog, aun inédito)
Traducción de Jorge Aulicino

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jorge aulicino. el conde vlad medita entre las ruinas de un bombardeo

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El conde Vlad medita entre las ruinas de un bombardeo
Un joven inglés, Harker, lanzó sobre mí
la infamia de que caminaba sobre las paredes
como una lagartija y era el amo de las ratas.
No tuve que ver con ratas y sólo moví lobos y tormentas
pero no contra el decrépito Imperio que agoniza,
severamente erguido entre sus ruinas.
Antes de que Londres se llenara de afganos y de indios
taladré esa madriguera con hambre de otra cosa.
Terminé confundido con los zombis grotescos
     que devoran cerebros.
Pues soy el que viví un solo amor
y construí en la eternidad la casa de mi verano.
He sido, lo saben, un exiliado
     de sótanos Industriales
y de vuestros bastones con mango de hueso.
Me odiaron porque amé el rojo crepúsculo
que circulaba por la venas de un cuerpo irrepetible.
Ustedes, que hicieron correr sangre como agua servida
desde el Báltico al Mediterráneo
en la peor guerra que la humanidad haya visto.
Que jamás amaron el líquido rubí, sus palpitaciones,
el pulso de un cuello suave,
el horizonte inflamado de cruces y de lanzas.
¿Cómo habrían de amar la miel de Cristo?
El bramido debajo de la capa.
La tormenta que llegará y limará las rocas,
     las casitas que delimitan
las playas grises de Whitby
y el alto cementerio sin héroes ni bandidos.

Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
Inédito (de Un poeta griego huye a Londres?)

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